Organizar desde la comunicación

«La comunicación, como ámbito de la vida social, implica antes que nada la construcción de vínculos. Analizando los flujos de significados pero también de interrelaciones se puede observar la conformación de redes de sentido, de pertenencia, de articulación de lo social. Las mismas trascienden cualquier otro «dispositivo» de ordenamiento (fronteras políticas, económicas, militares, aún los muros de exclusión física que se montaron históricamente y en las últimas décadas aparecen como forma contundente de «división» geopolítica.

Desde la perspectiva propuesta, las personas no somos meros emisores y/o receptores de la comunicación, somos «el medio de comunicación», cada uno de nosotros, como miembros de grupos de pertenencia, somos nodos de extensas, yuxtapuestas y complejas redes de relacionamiento.

La red vincular constituye el auténtico (y poderoso) modo de existencia de los fenómenos comunicativos. Nos comunicamos para relacionarnos (incluso con nosotros mismos). Esto coloca a la comunicación como fenómeno en el centro del fenómeno social.

Más aún, sobre el desarrollo hasta la última de sus consecuencias de esta lógica está basada la economía post industrial que se impulsa con la fuerza de la globalización. La nueva situación de las relaciones sociales implica una ruptura epistemológica con respecto a la centrada en la noción de Estado Nación. A tal punto que es imposible entender la forma financiera global del capital y las relaciones sociales derivadas, sin comprender las aceleradas transformaciones de los fenómenos comunicacionales de las últimas décadas.

La mundialización de los procesos económicos basados en los flujos financieros, consolidados especialmente en la década de los 90′ y conformados sobre una plataforma tecnológica comunicacional desarrollada durante todo el siglo XX, originaron una nueva etapa de la historia económica de la humanidad donde emergen profundos cambios. Uno de ellos es que la propia escala de «planificación económica, con el surgimiento de fondos financieros que pueden circular libremente por el globo (fundamentalmente en el sistema financiero extraterritorial basado en paraísos fiscales), trasciende el de los propios estados. Emergen así grandes corporaciones que se van desvinculando incluso de sus países centrales de orígenes, para «moverse» a zonas de máxima conveniencia, reconfigurando el clásico orden de centro/periferia con el que se comprendían las formas imperialistas de dominación, típicas de todo el siglo XX.

Este nuevo orden, basado en la forma financiera de los capitales, pone tras más de 300 años de la concepción weftaliana de los Estados Nación con sus dos características centrales, la de la «nacionalidad» -identidad- y la soberanía -el imperium- por un lado, y la «internacionalidad» por el otro.

Nacionalidad, Soberanía, Internacionalidad y Representación Estatal son conceptos que están en un fuerte proceso de redefinición. Tanto la forma financiera del capital, como los fenómenos comunicacionales, trascienden y redibujan estos conceptos.

Los nuevos actores que emergen de la arquitectura de poder mundial y el proceso de concentración de la riqueza, por un lado, y exclusión social por el otro, definida por esta nueva situación implican otros tipos de relaciones sociales.
En este contexto no sólo se mueven aceleradamente el capital y las mercancías, la información se desplaza de un lado al otro del globo a una velocidad que nos sitúa en un contexto totalmente distinto donde, muchas veces, determinados grupos sociales tienen más capacidad de «incidir» sobre las agendas comunicacionales que los propios estados.

El concepto de neodiplomacia da cuenta de este fenómeno donde representaciones tradicionales de los Estados se relacionan con movimientos sociales, partidos políticos, empresas y/u organizaciones supranacionales, quebrándose la simetría que proponía la organización del sistema mundo en «naciones».

En la actualidad, el 1% de la población controla la mitad de la riqueza mundial marca el proceso de «desterritorialización» de quienes ejercen el poder efectivo. Esta tendencia, que viene afianzándose en las últimas décadas, requiere el desarrollo de un sistema de mediaciones sociales fenomenal, a escala mundial e integrado y controlable desde centros neurálgicos, que medie la mayor cantidad de procesos sociales, los debates democráticos, la inclusión de consumidores en patrones de modas cambiantes, etc. pero que también permita el flujo financiero de manera dinámica y soporte la nueva división internacional del trabajo, con grandes corporaciones deslocalizadas, donde el principal bien transable es el conocimiento.

En este contexto, todas las formas nacionales de organización y la forma corporativa de «pactos sociales» son puestas en crisis, en parte por las mediaciones del cada vez más central sistema de medios, en parte porque las «formas» de lo que representan (trabajo, empresas, organizaciones, etc.) son puestas en duda por los procesos productivos y las formas de consumo que se van desarrollando con velocidades que exceden las capacidades de respuesta.

En esta fase, parece importar menos el efímero contenido, donde la concepción de arte se vio superada por la noción de reproducción ilimitada de los bienes culturales, y cobran centralidad las relaciones que el sistema comunicacional organiza o desarticula. Las redes vinculares constituyen el «resultado» los fenómenos comunicativos.

De cada puesto de trabajo «industrial mecánico/eléctrico» que se destruye, se generan dos puestos basados en diferentes habilidades comunicacionales. El propio proceso conocido como «Internet de las cosas» (una red de objetos cotidianos interconectados) y el desarrollo de impresoras 3D, está introduciendo cambios profundos en el mundo fabril que implican técnicos y operarios con fuertes habilidades comunicacionales.

Las redes de infotelecomunicaciones, donde colocadas como «capas» convergentes y complementarias se agrupan las comunicaciones satelitales, las de telefonía móvil, las de Televisión Digital terrestre, las de radio y TV, las de Internet, las de telefonía, las de TV por Cable, las de los medios gráficos pero también todos los dispositivos diseñados para acompañar y fomentar el consumo, etc. (packaging, por ejemplo), conforman un ecosistema de mediaciones que constituye -en extensión, densidad, pero también en intensidad- la principal fuente de experiencia con la realidad, compitiendo en cuanto a forma de adquisición de conocimientos con el «clásico» sistema educativo presencial.

El sistema de vínculos sociales constituye redes de relaciones interconectadas, a tal punto es posible en solo pocos pasos conectar a cualquier persona del mundo con otra. Estas redes vinculares, relacionadas por el fenómeno comunicacional, implican diferentes grados de densidad en su interior, distintos niveles contactos con otras redes, también la capacidad dinámica de ser transformadas por sus propios protagonistas. Esta noción se separa del «modelo matemático» de la teoría de grafos, más bien implica el campo de cruces con la teoría comunicacional.

Desde esta mirada, en vez de pensar en las redes como formaciones sociales que se transforman al ritmo de las contradicciones y síntesis de la vida social, se tendió a tratarlas como una materialización congelada de esas fuerzas.

Y en vez de entender las redes como vínculos humanos a través de los cuales las relaciones comunicacionales se articulan según sus propias reglas, han tratado a las propias redes como una representación directa de la influencia.

Una vez que se despoja la teoría de redes de su lógica mecanicista, la misma puede explicar (y hasta predecir) epidemias, campañas políticas, comportamientos financieros, etc. El desarrollo de esta teoría, le dió escala de planificación al capital financiero global.

Reflexión estratégica

La geopolítica impulsada por los polos de poder financieros, anclados en diferentes regiones del mundo, buscan impedir que proyectos estratégicos como el continentalismo sudamericano (Indoamérica, la Patria Grande, etc.) se consoliden como forma organizativa capaz de articular estrategias de desarrollo propio. El sistema de mediaciones sociales es eje central de esa disputa y la capacidad de comprender como un nuevo sistema de relaciones reconfigura el mapa mundial es lo que permite desarrollar iniciativas.

Ante este contexto, repensar la transformación social implica colocar el cruce entre los campos de la comunicación, la neodiplomacia y la teoría de redes, como ámbito de reflexión estratégica, como herramienta de planificación de la acción y- de manera fundamental- como ámbito de organización de lo social.

Desde la misma buscamos replantear las concepciones y los métodos de las relaciones comunitarias inmediatas, la escala local y/o regional del problema. Buscamos repensar las órbitas centrales del trabajo y la producción y las formas de representación de las mismas ante el escenario del nuevo orden.

La integración de fuerzas sociales (el ámbito de la política), las solidaridades desde los intereses pero hacia las visiones comunes, es el paso necesario para la construcción de poder nacional como capítulo del proyecto del continentalismo sudamericano, plataforma mínima indispensable para relacionarnos en el actual mapa geopolítico multipolar y global.

Foto: Muro pintado por mexicanos en la frontera con Estados Unidos. Fuente: Acción Poética.