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Murió Nano Balbo, el educador que veía en las cooperativas de trabajo «un resurgimiento de nuestro pueblo»

Falleció este domingo en la ciudad de Neuquén a los 74 años. Militante popular y de los DDHH, fue torturado durante la dictadura y su testimonio fue clave en los juicios de lesa humanidad.

22 de febrero de 2023, CABA (Ansol). – Ya estaba por terminar el mes de septiembre del 2018, el Gobierno de Mauricio Macri ya había vuelto al Fondo Monetario Internacional y Argentina se caía de lleno en la crisis. En ese contexto, un optimista dijo: «Hay una crisis en todas las organizaciones que hemos conocido hasta ahora, pero hay un resurgimiento desde nuestro pueblo de nuevas organizaciones sociales. Aquel viejo paradigma de que una buena conducción genera una buena organización, acá hizo agua. Acá hay una muy buena organización sin una conducción: las cooperativas de desocupados, de trabajadores, los bachilleratos populares…».

El frase es del educador y militante de Derechos Humanos (DDHH), Orlando “Nano” Balbo, quien murió este domingo por la mañana en la ciudad de Neuquén a los 74 años. Se la dijo a el medio cooperativo Ladran Sancho, y para la época tiene una mirada optimista a pesar de aquellos días que él mismo definía como «de hegemonía neoliberal». Pero además, las palabras tienen un correlato fuerte en una actualidad electoral que en el campo nacional y popular deambula entre una organización política sin conducción.

Balbo había nacido el 24 de octubre de 1948 en Pellegrini, Provincia de Buenos Aires. El Nano, por el apodo que le puso una de sus hermanas, se crio junto a un padre campesino que lo llevaba de caza como excusa para hacer campaña electoral entre los paisanos, para que «no voten como el patrón». Dicen que ese papá no sabía leer, pero que en la casa estaba el libro «La madre», del escritor anarquista Máximo Gorki. También cuentan que a pesar de su infancia campesina, Nano y sus hermanas no fueron la escuela rural cercana a su casa, sino que los mandaron a la del pueblo. «El padre se oponía a mandarlos a una escuela, la rural, que ‘había sido creada para educar peones’. Pero ir a la escuela del pueblo fue para el Balbo ‘renegar del origen'», contó en uno de sus papers la licenciada en Ciencias de la Educación, Cinthia Wanschelbaum.

Nano se recibió de maestro y bachiller en los años ’60. En 1969 ingresó al servicio militar obligatorio y fue enviado a Junín de los Andes, donde trabó amistad con el escritor Guillermo Saccomanno. Comenzó a dictar clases en la escuela anexa al Regimiento de Infantería de Montaña 26 de esa localidad, a la que asistían alumnos de las comunidades mapuches. Ese contacto con la comunidad indígena lo cambió para siempre, pero en ese momento no iba a poder educarse junto a ellos. Se venía lo peor.

El 24 de marzo de 1976, cuando se desempeñaba como docente y secretario parlamentario de la diputada justicialista René Chávez, Balbo viajó a Cipolletti para alertar a los compañeros comprometidos que los secuestros eran inminentes. Allí fue detenido en por un grupo de tareas comandado por el agente de Inteligencia Raúl Guglielminetti, quien junto a sus hombres lo torturó salvajemente. Como consecuencia de las torturas quedó sordo. «Pero nunca me callé», repetiría constantemente en su vida.

Murió Nano Balbo, el educador que veía en las cooperativas de trabajo "un resurgimiento de nuestro pueblo"
Nano Balbo – Su despedida – Diario de Río Negro

Mientras estaba detenido, el obispo de Neuquén, Jaime De Nevares, mantenía contacto con los padres de Balbo, y a fines de 1977, le concedieron la autorización para abandonar el país y en febrero de 1978 se exilió en Italia. Volvió en 1984, el primer año de la recuperación de la democracia. En esos días, el torturador Guglielminetti cuidaba las espaldas del ex presidente Alfonsín, y Nano se fue a Millain Currical, en el paraje Huncal, lejano territorio patagónico, con el objetivo de alfabetizar una comunidad mapuche. Llegó allí recomendado por Noemí Labrune, fundadora de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).

El proyecto inicial de tres meses se prolongó casi un año, transformándose en una experiencia que lo daría vuelta “como un guante”, aseguró. Dictó clases en la precaria cooperativa fundada por los pobladores mapuches, donde pasaba las noches en una bolsa de dormir. Comprendió que debía “ponerse en los zapatos de cada uno de los alumnos” y adaptar la escuela a la vida de la comunidad, conceptos fundantes de la pedagogía de Paulo Freire.

Unos años después se convirtió en secretario general de la Asociación de Trabajadorxs de la Educación de Neuquén (ATEN) y fue miembro de sus comisiones directivas. En el año 2012, Balbo fue el primer testigo en declarar en el juicio “La Escuelita” iniciado en Neuquén, sentencia que condenó entre otros represores, a Raúl Antonio Guglielminetti, por crímenes de lesa humanidad en perjuicio de 39 víctimas.

«Yo creo que siempre van surgiendo alternativas –explicaba Balbo a Tiempo Argentino–. Nuestro pueblo es muy buscador y cuando las instituciones no les dan respuestas el pueblo las construye por afuera de ellas. Hay una serie de movimientos informales, de economías informales donde se está construyendo otra manera de relacionarnos, buscando la soberanía alimentaria, la salud ambiental, buscando formas no tan agresivas de vivir en este mundo. Creo que desde allí es donde se está creando este nuevo relato contra hegemónico».

Familiares, allegados y referentes de derechos humanos despidieron este lunes en Neuquén los restos de Nano. El último adiós fue hoy en la sala velatoria de CALF sobre calle Alderete y luego sus restos fueron llevados hasta el Cementerio Central. Los presentes, recordaron su vida como defensor de los derechos humanos. «Nos han hecho llegar todo el cariño de toda la gente, desde sus alumnos hasta los docentes. En estos momentos tan difíciles es hermoso escuchar que mi papá ha dejado una huella en todos los ámbitos donde ha transitado«, expresó Candela, su hija, en declaraciones a Radio CALF. Es solo el comienzo de un legado que perdurará en el tiempo.