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Juan Pablo Della Villa: «La discusión del modelo agropecuario es de vida y de futuro»
(ANSOL).- Juan Pablo Della Villa, en entrevista exclusiva con Ansol, expone como militante de la Federación de cooperativas Por la Soberanía las características estructurales del modelo agropecuario y la agricultura familiar, y las potencialidades de transformación que tiene la economía popular desde la producción agrícola y ganadera.
-¿Cómo describís la situación que atraviesa el sector productivo en la agricultura familiar?
El sector agropecuario está atravesando un deterioro estructural desde hace años. No es una situación solamente coyuntural sino que hay algo estructural que se expresa en la falta de acceso a la tierra propia, la falta de acceso al crédito y la falta de acceso a una vida digna. Y eso hace que el sector este empobrecido estructuralmente de por sí. Me parece que hay varios factores que inciden en esto.
Por un lado, la caída del consumo por el deterioro del poder adquisitivo de la sociedad en su conjunto, que hace que haya menos demanda. Hoy la agricultura familiar está vendiendo muy barata la comida, que después el consumidor la paga muy cara: un cajón de lechuga en el campo está valiendo mil quinientos mil pesos. Vale más la seña del cajón vacío que la que la mercadería que está adentro. Entonces, hay un factor no que tiene que ver con la poca plata circulando que hace que haya menos consumo y que la agricultura familiar tenga contra poca demanda, mucha oferta. Baja el precio.
Después, hay un factor que hay que atender y que tiene que ver con cómo le afecta al sector de la crisis climática. Estamos atravesando desde hace veinticinco días que todos los invernaderos apestan a humedad, se mueren la vacas, y las distintas producciones se ven afectadas por la cuestión climática. Hace un año era la sequía. Ahora la lluvia abundante. Tormentas de viento cada dos meses que te vuelan todo. Entonces, hay un factor climático que necesita cada vez más tecnología aunque se tiene cada vez menos plata.
Esos son los dos factores básicos que son clave. Y por último hay un tercer factor coyuntural, vinculado a la situación económica actual que hace que la producción esté cara en dólares. La compra de los insumos dolarizados resulta fatal. Entonces teniendo poca plata en circulación a partir de la producción, y con complicaciones climáticas permanentes; vas a comprar nylon, el antibiótico, el alimento balanceado, la madera, o vas a pagar un transporte; y está todo carísimo. La matriz productiva es muy cara y con muy poca tecnología, muy cara en insumos y con una demanda muy deteriorada. Entonces el retorno es cada vez más bajo y la inversión en cada más cara. Eso resume la situación actual del sector.
-¿Cuáles fueron las limitaciones del modelo agropecuario hasta ahora?
Yo creo que el gran fracaso del progresismo se manifiesta en haber vendido la soberanía territorial, en función de la captura de rentas extraordinarias. Es decir, no haber puesto esa renta en función de la creación de una matriz productiva federal, nacional, soberana; que sea capaz de generar condiciones de acceso al trabajo, a la salud, a la educación. Una vida digna necesaria.
Los primeros veinte años de este siglo en toda América Latina, se destruyó territorialmente, porque se plantó soja en lugares donde no se debería haber plantado, se arrazó con el Amazonas, se devastó la cordillera de los Andes, solamente para capturar la renta extraordinaria en un momento específico de oportunidad en el mundo. Pero finalmente esa renta no transformó nuestras sociedades en nada.
Tenemos la mitad de la Argentina bajo la línea de la pobreza. No mejoramos el acceso a la educación. No pudimos construir sistemas de salud. No pudimos ni siquiera solucionar la distribución de la riqueza en relación a la seguridad, y no sabemos si vamos a tener otra oportunidad de capturar esa renta extraordinaria. No se ha transformado entonces la matriz productiva, para generar el trabajo necesario para descomprimir «los conurbanos», para reordenar la producción, para construir cuatro mil nuevas empresas que generen puestos de trabajo para darle valor agregado a la industria.
Ir a una consulta electoral cortoplacista, no puede llevarte a no realizar transformaciones necesarias que tienen respaldadas por el dinero que estamos generando todos cuando plantamos soja en Santiago de Estero, en los valles calchaquíes, en el Gran Chaco. Deforestar el 40% del Impenetrable para sembrar soja termina siendo uno de los grandes errores. Porque no se invirtió a cambio en el sector, ni la tecnología que necesitaba, ni el crédito que necesitaba, ni el acceso a la tierra que necesitaba, ni los caminos rurales que necesitaba, ni la redistribución geográfica que necesitaba.
-¿Cuáles son las claves para llevar a cabo un modelo de transformación de la matriz socio productiva agropecuaria?
Nosotros soñamos con poder construir un gobierno que represente a la necesidad del pueblo, y desde ahí pensar las políticas macroeconómicas vinculadas al campo, y en cómo desarrollar un modelo de exportación para la generación de divisas; que pueda financiar la construcción una Argentina que incluya a los territorios rurales, generando arraigo, descomprimiendo la concentración de las grandes ciudades y produciendo soberanías locales. La exportación de los denominados «comodities» y su valor agregado debería permitir llevar a cabo una política integradora que garantice una vida digna con acceso al trabajo, tanto a nivel nacional como una nivel local.
Tenemos que tomar conciencia que somos uno de los países con menor población rural del mundo. Tenemos un 7,4% de población rural, mientras que Estados Unidos tiene más del 20% de su población en condición rural. Entonces trasladamos alimentos de una punta a la otra del país, porque no lo producimos en esos lugares donde tranquilamente los podríamos producir. Para eso tenemos que garantizar esquemas de vida, no solo de producción.
Deberíamos proponernos hacer cientos de polos productivos a nivel local, que garanticen el consumo de las ciudades con más de cien mil habitantes. Pensar una Argentina en función del alimento y trabajo, poniendo al ahorro en función al desarrollo de todos los argentinos. Para la producción de energía, de valor agregado, de salud, de educación. Y eso tiene que ver claramente con comer mejor y más barato, pero también con ponerle valor agregado a la materia prima y poder exportarla al mundo con la mirada en garantizar el acceso al trabajo digno.
Hay que reflexionar también sobre el rol del Estado en la construcción y participación de estas nuevas empresas vinculadas al alimento, a la comercialización, a la energía, a los metales. Las organizaciones libres del pueblo tenemos esa gran tarea de saber hacernos cargo de llevar adelante empresas sociales de nuestro país que generen ese trabajo digno que reclamamos. Porque no es lo mismo producir tomate en el cordón frutihortícola de La Plata, que hacerlo en Tapalqué en el centro de la Provincia de Buenos Aires o en Concordia, Provincia de Entre Ríos, lugares donde actualmente no se produce y se traslada.
Otro de los grandes temas a discutir es la política tributaria. En Argentina generar o girar capital tiene un costo, pero tener tres propiedades deshabitadas o hectáreas improductivas no tiene costo. Al mismo tiempo que un trabajador promedio no llega a pagar el alquiler de su casa. La política tributaria tiene que tener como horizonte la soberanía nacional, sin perjudicar los intereses de nadie. Pero la tierra tiene que estar para producir y el excedente de esa producción tiene que poder contribuir a transformar la matriz productiva, económica y social a nivel federal. Esa es la clave.
La discusión del modelo agropecuario y de generación de divisas es también una discusión por el futuro. Y no podemos poner en riesgo la vida de nuestro pueblo. La situación del fenómeno ambiental en el sur de Brasil está vinculada al modelo extractivista de los últimos treinta años. Desde esta perspectiva, discutir el arraigo en un modelo de planificación de la producción, geolocalizada, desconcentrándola y produciendo alimentos de una manera soberana es discutir el futuro de todas las generaciones en porvenir.