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¿Institutos de Formación Docente o Universidad Pedagógica? ¿Tiene sentido este debate?

De manera sorpresiva, un día muchos nos enteramos de que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires estaba decidiendo cerrar los distintos Institutos de formación docente (IFD) que existen en la ciudad en el marco de una iniciativa por la que se impulsaba la creación de una Universidad Pedagógica de la Ciudad de Buenos Aires.

Dicha medida provocó de inmediato, una fuerte resistencia por parte de directivos, docentes y estudiantes de estos mismos institutos. El conflicto está abierto y las posiciones, cada vez más endurecidas.

Sin duda, la formación docente es un capítulo fundamental para que una transformación educativa sea coherente y sustentable. Nadie niega esta afirmación. Sin embargo, lo mismo que sucede con otros temas educativos, en la práctica se boicotea aquello mismo que se desea proponer.

Aquellos que están pensando una mejora del sistema educativo, actúan con desconocimiento o desprecio por los actores involucrados. ¿Cuándo terminaremos de reconocer que no hay cambios posibles en el sistema educativo a los que no se lleguen sino a través del consenso y participación de los involucrados? Una y otra vez, se insiste con el mismo tratamiento fallido: querer imponer soluciones por la vía autoritaria y normativa. Pensar que los actores cotidianos del sistema educativo no quieren que nada cambie y se opondrán a cualquier buena idea que surja alrededor de estas cuestiones.

Los cambios son posibles si se los busca a través de caminos adecuados. Quizás sean más lentos… es verdad. Sin embargo quizás también sean mejores, y esto también es cierto.

Pero, más allá de las formas -que son fundamentales- hay otras cuestiones que hacen al fondo de lo que se está discutiendo.

Se propone la creación de una “universidad pedagógica”, imaginando que así se jerarquizará la carrera docente y entonces se resolverán distintos problemas que hoy sufre la enseñanza en nuestro país.

Pensarlo de esta manera es, de alguna u otra manera, creer que el título docente actual, por no tener el rango de licenciatura, pierde valor o calidad. Esta mirada es reduccionista y tiene acarreada una debilidad interpretativa importante. Quienes tienen responsabilidad sobre la formación docente en la ciudad -y en muchas jurisdicciones del país- no garantizan a los IFD ni siquiera las condiciones edilicias de calidad que la formación docente requiere. Muchos profesorados no tienen edificios propios. Y téngase en cuenta que, en la CABA. hace muchos años que hay una gestión con una misma orientación política.

Hay un tema que debe ser considerado con atención y que hace a la gestión y conducción misma de una “Universidad”. Si pensamos en una Universidad  pública,  exigiría una conducción autónoma con sistema de claustros. Esto llevaría a una direccionalidad que, en el mediano plazo,  no necesariamente debería responder a las necesidades del sistema educativo “real” y, posiblemente, se transformaría al poco tiempo en una entidad con agenda propia que, podría terminar siendo ajena a la que la conducción educativa jurisdiccional se proponga. Ya hay sobrados ejemplos de esto. Basta observar el mapa actual de universidades.

Hay modelos diferentes y alternativos al que se propone en CABA. Por ejemplo, el que se está implementando en la provincia de Córdoba. Allí, el camino fue jerarquizar a cada IFD, tranformándolo en una unidad de investigación y capacitación docente, no sólo inicial sino continua, trabajando en conjunto con especialistas locales que pueden potenciar una renovación en la formación docente para la jurisdicción. Para ello no fue necesario generar una estructura universitaria, que desde el vamos, deje afuera a muchos maestros, maestras y profesores que pueden ser excelentes formadores de otros docentes sin haber pasado por la universidad.

Necesitamos impulsar nuevos caminos para la formación docente. Pero debemos transitarlos con el mayor nivel de consenso y con imaginación y creatividad. Escuchando a los protagonistas, quizás estemos en mejores condiciones para acertar en las propuestas que nos llevarán mejor en la dirección deseada.

Creemos que, al debate por estas cuestiones, debe antecederlo otro muy importante – en nuestra opinión más importante- sobre nuevos formatos en la “carrera docente”. Si esto no sucede, posiblemente estos esfuerzos por una formación docente diferente, terminen naufragando. Y es un debate aún pendiente, al que no se lo está abordando con la seriedad del caso.