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Industria del calzado: el cooperativismo contra la precarización y explotación

(Ansol).- Según el informe “Derechos Laborales Pisoteados: una instantánea sobre las actuaciones de Debida Diligencia en Derechos Humanos de 23 empresas de la industria mundial del calzado”, ninguna de las compañías evaluadas logran cumplir con todas las legislaciones laborales desde la producción hasta la comercialización de los calzados.
Además, el 88 por ciento de la producción mundial procede de Asia, con China como líder destacado con el 64,6%, seguidos por India, Vietnam, Indonesia, Pakistán y Bangladesh: en comparación, un obrero del calzado argentino gana un salario de 1200 dólares, mientras que uno chino solamente 240 dólares, por ello que la apertura de las importaciones de esta rama tiene un efecto tan nocivo para la industria nacional.
La Cooperativa Textil Pigüé, recuperada por los trabajadores en el 2004, cuando lograron sostener 140 puestos de trabajo, ante el inminente cierre de la empresa.
“Somos trabajadores y tenemos la responsabilidad de sostener la empresa, después de haberla recuperado. Pero esas no son acciones que salen naturalmente. En lo que tiene que ver con los talleres, la mirada básica de Pigüé tiene que ver con la generación de trabajo”, comenzó a explicar Francisco Martínez, presidente de la cooperativa.
“Hemos aprendido un poco de algunas empresas, porque no todas son explotadoras. En los primeros años, cuando no teníamos una estructura armada sobre seguridad e higiene en la planta, el taller como estaba dentro del espacio que poseemos, se hacían las certificaciones sobre todo el predio y no sobre el taller, tuvimos que sacar en ese momento el taller de la cooperativa y alquilar un espacio afuera, mientras hacíamos los cambios necesarios. Y cuando los terminamos el taller volvió”, relató Martínez.
Dinámica global
“Hay una dinámica global del capitalismo cuando se funda la Organización Mundial del Comercio en 1995, después de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS y se libera el mercado mundial. En ese entonces se empiezan a establecer nuevas regulaciones. Hay países en Asia que establecen zonas económicas especiales, zonas francas industriales donde todo vale y las grandes multinacionales aprovechan la mano de obra muy barata y sin restricción”, dijo a Ansol el director del Programa Facultad Abierta, Andrés Ruggeri.
“Por ejemplo, luego del colapso de la fábrica Plaza Rana, en Bangladesh, el gobierno se comprometió a mejorar las condiciones de trabajadoras y trabajadores y lo llevó hasta los 66 dólares por mes, lo que sigue siendo uno de los salarios más bajos para una trabajadora textil en el mundo. En 2014, una inspección encontró más de 80 mil violaciones a las normas de seguridad en fábricas de ropa en Bangladesh, donde el 85 por ciento de los trabajadores son mujeres”, contó Ruggeri.
Más persianas bajas
La semana pasada se confirmó el cierre de una planta ligada a la empresa Puma ubicado en Concarán, pueblo de cinco mil habitantes en San Luis, dejando en la calle a más de 150 operarios, debido a la apertura de importaciones, que hace más rentable traer el calzado del exterior que producirlo fronteras adentro.