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Es tiempo de otra economía

Es tiempo de otra economía

Por Daniel Maidana

Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS)/ Red Universitaria de Economía Social Solidaria (RUESS).

Tiempo atrás escuché a la dirigente de un movimiento de la economía popular afirmar lo siguiente: “trabajo tenemos, lo que no tenemos son derechos”. Y creo que esa es una de las claves. Nuestra constitución en el artículo 14 bis establece una serie de derechos para “el(la) trabajador(a)”, pero en la práctica esos derechos sólo están respaldados por una arquitectura jurídico-institucional para el empleo asalariado en relación de dependencia, que -además- hace tiempo ha comenzado a ser deteriorada por múltiples mecanismos de precarización.

Para asumir estas nuevas realidades económicas es indispensable superar la pereza intelectual que implica su lectura como perturbación de un equilibrio perdido que debería volver a restaurarse y pasar a enfocarlas en clave de una transición aunque con destino todavía incierto. Es importante atravesar esta transición evitando los riesgos del denominado “emprendedorismo”, muchas veces entendido como una especie de “sálvese quien pueda”, y procedimiento de selección natural para la supervivencia del más apto, que entre otras consecuencias expulsa a lxs trabajadorxs cooperativistas fuera del radar de los derechos constitucionales.

Las formas solidarias y cooperativas de la economía, en sus diversas formas históricas atravesaron diferentes etapas, casi siempre como expresión secundaria, marginal y/o subordinada a un capitalismo triunfante y hegemónico. Esto las configuró con una cultura defensiva, buscando sobrevivir en las orillas de una economía regida por el lucro -asumido este como objetivo “natural”- que hasta se inventó una antropología -el “homo economicus”- justificadora del egoísmo como inherente a la condición humana y como factor de dinamización social. Esta configuración defensiva provocó la desatención de los principios 6° y 7° del cooperativismo: la cooperación entre cooperativas y el interés por la comunidad. Así llegamos a encontrarnos con cooperativas que pudieron mantener la solidaridad hacia adentro, pero debieron aceptar las reglas de la competencia y el “sálvese quien pueda” que se les impuso desde afuera.

El escenario actual requiere promover desde el sector de la Economía Social y Solidaria (ESS) la superación de su percepción social como una expresión marginal, un suburbio de la economía o una respuesta complementaria y provisoria “hasta que regrese el empleo asalariado”.

Pero también es necesario dejar de contar la cantidad de cooperativas y mutuales como el principal indicador de relevancia del sector, porque el capitalismo siempre utilizó formas no capitalistas subordinadas para funcionar. No es suficiente con “ser muchas”…: es necesario convertir la cantidad en capacidad de incidencia, que amplíe la consideración del sector en las políticas públicas, con el horizonte puesto en una sociedad más justa, solidaria, democrática e igualitaria.

La potencia del lenguaje, al servicio de una nueva economía

Una parte importante -y a la vez condición fundamental de este proceso- es la construcción de una nueva narrativa que acompañe con perspectiva de futuro las nuevas realidades. Describir las nuevas realidades con palabras viejas es un mecanismo eficaz para clausurar la novedad.

Por supuesto que se trata de procesos de largo plazo, que implican cambios culturales y en la subjetividad social. La memoria del salario es todavía muy fuerte, y todavía se sigue adjetivando al término “salario” para nombrar algunos de los nuevos mecanismos de distribución de la riqueza social que nada tienen que ver con la retribución salarial, como la utilización de categorías como “salario indirecto” a la progresiva generalización del acceso no mercantilizado a bienes y servicios públicos, o “salario complementario” a un mecanismo de asignación de ingresos en clave de derechos y justicia social.

Tampoco podemos seguir denominando “microempresa” a una señora que hace empanadas en su casa para vender el fin de semana.

El lenguaje debe ser objeto de atención tanto en las miradas sobre la realidad como en la intervención social y económica, ya que no se trata sólo de un medio de comunicación y expresión, sino de un factor de transformación. La producción discursiva produce realidad, avanzando desde la simple descripción narrativa de individuos o grupos a la memoria colectiva, facilitando el tránsito de ser “muchos” a ser “nosotros”, y confiriendo identidad a los sujetos.

Desde hace casi 10 años la Red Universitaria de Economía Social Solidaria (RUESS) expresa uno de esos intentos mediante el diálogo entre esas experiencias, con el horizonte puesto en su “articulación, convergencia, visibilización y escala”, según se expresa en su sitio web.

Habiendo realizado ya 3 Congresos en los que se convocan a diferentes actores del campo de la ESS, la RUESS integra referentes de unas 50 universidades, ha recibido adhesiones de varios espacios universitarios y no universitarios y organizado cursos y conversatorios.

Entre las principales acciones de la RUESS, se encuentran:

Como ejemplo de lo que puede ser un aporte a la construcción de otra(s) economía(s) desde las universidades, este año tendrá lugar del 20 al 25 de noviembre la 6ta. Semana de la ESS, con la novedad de ser convocada en esta oportunidad en conjunto con la Red de Municipios Cooperativos, evento que expresa la voluntad de incidencia en la agenda pública mediante la convergencia entre actores del mundo cooperativo y mutual, gestores estatales de los gobiernos locales y equipos universitarios promotores de la Economía Social y Solidaria.

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