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Es ahora

Mujeres y cooperativistas. Trelew nos recibió con historias para intercambiar y nos despachó con desafíos para la construcción de un mundo feminista y solidario. Un breve repaso por el taller “mujeres, cooperativistas, de organizaciones de la economía social y solidaria” 33° ENM.

*Por Violeta Boronat Pont

En tiempos vertiginosos como los que vivimos, pareciera que se nos van superponiendo capas de sucesos sin sedimentar. En octubre, Trelew nos albergó en el 33º Encuentro Nacional de Mujeres y, sin solución de continuidad, asistíamos al mes con la inflación más alta en los últimos 17 años, mientras las pantallas nos deslumbraban con los juegos olímpicos de la juventud y al mismo tiempo que se reprimían las protestas en el marco del debate por el Presupuesto 2019, hoy sancionado. Noviembre está cooptado por los preparativos para la Cumbre del G20 y la final de boca –river en la Copa Libertadores, casi en paridad de importancia nacional; mientras la fórmula “inflación más recesión” genera estragos en nuestras organizaciones y en la población (casi) en su conjunto.

En este panorama, sin embargo, el último trimestre del año nos encuentra movilizadas, alertas.

Y antes que lleguemos a los balances de cierre de año, el sentido de estas líneas es recuperar los debates y producciones del espacio-taller N° 46 “Mujeres cooperativistas, mutualistas, de organizaciones de la economía social y solidaria” en el que más de 150 mujeres nos encontramos para debatir, mientras otras tantas, tantas como setenta mil, lo hacían sobre temas tan variados y convergentes como mujeres y política, violencias, familias, pueblos originarios, educación, identidades y otros tantos temas específicos.

Mujeres, autopercibidas mujeres, de territorios y organizaciones diversas. Allí estuvimos presentes quienes nos referenciamos con el cooperativismo, las mutualistas, referentes de organizaciones de la economía popular, de ferias de producción y consumo responsables, también jóvenes con voluntades, saberes y convicciones para incorporarse a trabajar desde y para una economía solidaria.

La experiencia acumulada en estos años de ENM nos aportó herramientas metodológicas para el debate y la construcción colectiva de ideas. No es un dato menor, especialmente para quienes desconocen la trastienda de estos eventos. Los talleres se conciben como grupos de discusión autogestivos, se organizan con moderadoras, responsables del registro, propuestas de temáticas a abordar, definición de tiempos para las oradoras y mecanismos para el tratamiento de las problemáticas planteadas, que evitan el monopolio de la palabra y falaces representaciones.

Con estas pautas, el grupo definió cinco ejes para la discusión y un orden para su abordaje. En torno de la autogestión, la discusión giró en torno de las políticas que dinamitan el entramado productivo local y regional, el debate sobre los modos de construcción de alternativas para construir y densificar nuestras redes; analizamos las formas de organización y producción, junto a la necesidad de promover el consumo reponsable; focalizamos en las experiencias y agendas pendientes en la formación de las nuevas generaciones, el cooperativismo y mutualismo como contenido formativo, perspectiva, proyecto de vida y plan de carrera; identificamos las dificultades para garantizar el protagonismo y la participación de las mujeres en nuestras organizaciones; y visualizamos a la economía social como generadora de empleo genuino e inclusión social.

La posibilidad de encuentro a lo largo de las dos jornadas generó lazos de confianza –esos que produce la horizontalidad, la escucha, la sororidad–, nos permitió ampliar nuestra mirada de los temas y profundizarlos, además de compartir opiniones. Y también, reflexionar sobre nuestro propio proceso de trabajo colectivo. ¿Desde qué lugares abordamos los ejes de la discusión en un Encuentro Nacional de Mujeres? En lo que sigue, identificamos al menos tres modos de habitar nuestra identidad como mujeres, trabajadoras cooperativistas, mutualistas, autogestionadas.

Integramos organizaciones que intervienen en la producción, distribución y socialización de bienes materiales y simbólicos, con decisión y capacidad de incidir en la vida política, económica y social de nuestros pueblos. Desde esta posición, denunciamos este modelo y sus consecuencias; rechazamos la promoción del emprendedor/a como individuo aislado y en soledad, libre y librado a su suerte y sostenemos la organización colectiva como una herramienta de emancipación. La solidaridad no paga ganancia fue nuestro lema de cierre, mientras nos pronunciamos con un rotundo NO a la exención de cargas impositivas para nuestras organizaciones y a la criminalización del trabajo de nuestrxs compañeros y compañeras.

La participación de las mujeres en la vida política debe ser bandera y ejercicio en las estructuras de funcionamiento de cada movimiento político y social.

Intervenimos en la organización de nuestros espacios para hacerlos más eficientes y democráticos, visibilizando que el carácter democrático, hoy, no puede eludir la perspectiva de géneros; cada una de nuestras organizaciones debe asumirla como parte de su complejidad y compromiso. La ley de cupo y paridad, la apertura hacia las compañeras en áreas y puestos de responsabilidad, la horizontalidad vivida en las tareas cotidianas; suponen tareas de deconstrucción organizacional que debemos incorporar en nuestros planes de trabajo y en el día a día.

Somos víctimas de situaciones de violencia en nuestros propios espacios, en las diferentes formas y modalidades definidas en la Ley 26.485, de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollamos relaciones interpersonales. En algunas de nuestras organizaciones, aún perviven situaciones de violencia verbal y psicológica , sutiles o abiertas formas de discriminación y desigualdad por ser mujeres o asumir identidades de género disidentes, acoso laboral, violencia física y hasta situaciones de violación; muchas de estas situaciones están naturalizadas o, se minimizan al denunciarlas; también suelen ser justificadas culpabilizando a las mujeres o ensalzando las virtudes de los acosadores. El taller resultó una oportunidad para que las compañeras relataran en primera persona escenas a la que nos enfrentamos en los espacios propios. Compartimos los modos en que se van abordando estas situaciones de violencia, con la escucha atenta de quienes las padecen en silencio, identificamos la necesidad de trabajar sobre las complicidades implícitas, analizamos las herramientas que tenemos y las que debemos construir.

En este contexto resulta imperioso que cada cooperativa, cada mutual, cada espacio autogestionado cuente con un protocolo para abordar las situaciones de violencia con respeto, discreción y confidencialidad, privacidad, no revictimización, contención y acompañamiento hacia la o las víctimas. El tratamiento de estas situaciones siempre es incómodo y produce movilizaciones al interior de cada espacio, pero no puede prevalecer el status quo por sobre la violencia a las mujeres ni la violación a la ley. Las mismas compañeras compartían cómo se fortalecieron los grupos que se hicieron cargo. Contamos con el aprendizaje acumulado en la autogestión, de nuestras asambleas, de nuestras prácticas para el tratamiento de los conflictos. Hoy, debemos ponerlo al servicio de situaciones que aparecen iluminadas por nuevos faros.

A las múltiples tareas que se nos presentan hoy, incorporamos el desafío y el compromiso de convertir la erradicación de la violencia hacia las mujeres y la equidad en el trabajo, en temas de agenda de nuestras organizaciones, en preocupaciones y ocupaciones también de nuestros compañeros.

La formación emerge como requerimiento ineludible, para nosotras, para cada trabajador, cooperativista, mutualista, ser humano y humana. Espacios como el Encuentro de Mujeres Cooperativistas que tuvo lugar en el mes de Septiembre, en Buenos Aires en el Centro Cultural de la Cooperación; los encuentros anuales de mujeres mutualistas, las actividades propiciadas en las universidades, los talleres autoconvocados; son expresiones de esta necesidad y generan un acumulado de aprendizajes para enriquecernos. Nos despedimos en el Taller, con el compromiso de hacer nuestras redes más densas, flexibles y sostenedoras.

Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven!

Nos proclamamos libres, solidarias, autogestionadas, empoderadas y organizadas.

*Miembro del Instituto Universitario de la Cooperación