Del «Ellas Hacen» al «Hacemos Futuro»: ¿se pierde la perspectiva de género del programa?

(Ansol).- La ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, confirmó la culminación de los programas Argentina y Ellas Hacen, en funcionamiento desde el 2009 y el 2013 respectivamente, y su incorporación a un nuevo plan demoninado Hacemos Futuro, que contará con dos ejes, la “Educación Formal Obligatoria”, por lo que los titulares de los planes deberán finalizar sus estudios primarios y secundarios, y “Formación Integral” para especializarse.
Según consignaron desde el gobierno nacional, la base de esta modificación estaría puesta en la finalización de los estudios formales por parte de los beneficiarios, ya que, según destacaron, el 60% de estos no terminaron el secundario, y que a partir de allí, puedan buscar empleos en el mercado laboral.
Así que desde Ansol dialogamos con Federico Araneta, coordinador general de las diplomaturas de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, dedicadas a las beneficiarias del programa Ellas Hacen, en torno a la importancia que tenía este proyecto no solo en orden económico para generar empleabilidad, sino también para la inclusión de miles de mujeres víctimas de violencia de género y su socialización.
–¿Cómo surge el programa Ellas Hacen y qué particularidades tuvo?
-A partir de la implementación del programa comienza toda una línea de proceso educativo, con todas las compañeras, 100 mil en total, las cuales muchas padecían problemas específicos de violencia de género. Así, se empieza a pensar como un programa particular que contemplara una perspectiva de género, con una pata de sustento económico, para que las mujeres pudieran salir con autonomía e irse de las casas que compartían con sus compañeros o maridos violentos. Se priorizan a mujeres desocupadas de barrios con cierta vulnerabilidad, que tuvieran un problema específico relacionado a la violencia de género. De esas 100 mil mujeres, el 25 por ciento, habían hecho denuncias de violencia que no habían llegado a nada.
Entonces se las reúnen en cooperativas, pero más pequeñas que las conformadas por el Argentina Trabaja, sin tutelaje del municipio en cuestión, sino del Ministerio de Desarrollo Social. Además, de la participación en las cooperativas, el otro requisito para obtener el plan era que las mujeres que no hubieran terminado primaria o secundaria lo hicieran, con días asignados para ir a la escuela, por medio del Fines por ejemplo. Se empieza a pensar tender puentes específicos con las universidades, por medio de distintos programas de articulación, de diplomaturas de un año, con una fuerte intensidad de cursada.
-Entonces, el programa iba más allá de un aporte económico…
-El programa se pensaba con una integralidad importante. Yo soy de La Plata, y allí en el Ellas Hacen, las compañeras tenían formación en oficios: albañilería, electricidad. En ese proceso hacían sus propias casas, con la idea de la problemática específica de la violencia de género, para que no solo salgan del desempleo sino de los hogares que compartían con un violento. Había una parte de la capacitación destinada para construir viviendas propias, y acompañado por estas instancias de formación, que no iba por la educación mismo, sino también, en pensar un proyecto de vida, un proyecto de futuro, en el cual, las mujeres pudieran ir a las universidades. Con estas diplomaturas, podían poner en su horizonte de deseo y posibilidad la idea de hacer una carrera universitaria para ellas y sus hijos e hijas. Una de las historias que recuerdo, es de una compañera que contaba que estaba almorzando en su casa con su familia y comentó que iba a ir a la universidad. Entonces le preguntaron si había conseguido trabajo de limpieza allá, y les respondió que no, que iba a comenzar a estudiar. Así, se pensaba la formación como parte de un proceso integral de la persona.
–¿Cómo funcionaban los procesos de capacitación?
– Se pensaba en un proceso de pareja pedagógica con un tutor que recorría durante todo el proceso y un docente que cambiaba según la materia. Había unas universidades que trabajaban toda la estructura de la diplomatura, y otras, que prestaban sus aulas para que las mujeres pudieran estudiar en el lugar donde vivían. Era un proceso impresionante para las mujeres porque empezaban a transitar la universidad, hacían una carrera universitaria, empezaban a tener una relación con la propia comunidad universitaria, pero también para las propias universidades que no estaban acostumbradas a recibir a población de barrios más vulnerables.
–A pesar de lo que contás, hoy el gobierno nacional centraliza su discurso en acompañar los planes con formación educativa, como si antes no lo hubiera. ¿Por qué lo hacen?
– Esta idea de que si uno está formado va a conseguir un trabajo, no es cierta, porque está ligado a un montón de cuestiones sociales, económicas y hasta contractuales que hacen a la obtención de un trabajo. No creo que el desguace de todos los programas que tenían que ver con el empoderamiento de las personas a nivel subjetivo, estuviera relacionado porque tuvieran problemas de funcionamiento, aunque hubiera cuestiones que cambiar. Lo sacan porque no les interesa ningún programa que generara poder popular, trabajo y demanda en su proyecto de país.