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Casa Brandon: cooperativismo, cultura y activismo queer

Tras 17 años funcionando, Casa Brandon se convirtió en cooperativa y convive con la Asociación Civil, que trabajan en conjunto en un lugar que diariamente lucha por la igualdad de derechos para la comunidad LGBTIQ+, a través del arte y las acciones políticas.

A unas cuadras del Parque Centenario, en el barrio porteño de Villa Crespo, existe un espacio que anida a la Asociación Civil y Cultural Brandon por la Igualdad y Equidad de Derechos y Oportunidades, en conjunto con la cooperativa del mismo nombre, la cual nació hace muy poco tiempo. Habitada día a día por personas pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+, la «Casita Brandon» está motorizada por una agenda de eventos que incluye shows de música en vivo, galerías de arte itinerante, conversatorios y un abanico de actividades artísticas que se suceden unas a otras, tal como lo define une de sus fundadores, Lisa Kerner, «es un espacio bastante multifacético, artístico, cultural y activista».

Nació allá por los 2000 en Palermo, donde habitaba gran parte de la escasa oferta «gay» de ese momento. La idea principal fue romper con la lógica heteronormada de los lugares que existían para la comunidad, con música poco convocante y violencia por parte de los guardias: así, entre Lisa Kerner, Jorgelina De Simone y algunes amigues más, nacieron las primeras fiestas Brandon, con un agregado cultural. Se comenzó incluyendo la palabra «gay» en el flyer y una estética diferente a las que había, ya que vieron una forma de activismo. Estos eventos crecieron, derivaron en múltiples mudanzas por falta de espacio y comenzó a moldearse lo que hoy es Casa Brandon, a través de algunos ciclos de cine y literatura nómades.

Crearon un portal web de Brandon con noticias, galería de arte, textos y sinopsis de películas de los ciclos. Cuatro años después del inicio, sucedió Cromañón. La mayoría de los espacios que frecuentaba la gente de Brandon cerraron, ahora sin espacio físico, pero con un espacio virtual creciendo, dieron el paso final para abrir su propio lugar, donde pudieron reunir todos esos proyectos nómades junto con lo que sucedía en internet, y lo nombraron honor a Brandon Teena, un chico de 21 años que fue víctima de un crimen por transfobia en Estados Unidos, durante los años 90.

Casa Brandon

La cooperativa como salida para Casa Brandon

El trabajo autogestivo e independiente siempre es un desafío, sobre todo por «las exigencias desde lo burocrático, lo legal y lo económico», como lo definió Emma Harumi, que trabaja en la parte técnica de Casa Brandon. Desde el espacio, se venía pensando en el cooperativismo desde antes de la pandemia, pero les parecía dificultoso y no conocían muchas experiencias. Pero la pandemia «fue el puntapié» que necesitaron para resurgir, ya que tuvieron que repensarse obligadamente para poder seguir manteniendo el lugar.

Desde una previa articulación durante varios años con espacios similares, nació la campaña #EmergenciaCultural —que exigía fondos al Gobierno de la Ciudad para poder mantener los espacios culturales durante la pandemia— y surgieron reuniones con el Ministerio de Cultura porteño. A raíz de eso, el Ministerio articuló con el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) y dieron nacimiento a las nuevas «cooperativas culturales«. Pospandemia, cuando el equipo de Brandon fue al INAES, les comentaron acerca de la nueva categoría y les dijeron que les encantaría que Brandon sea parte.

«El equipo encontró la suficiente madurez para preguntarse si queríamos seguir trabajando en un espacio que, más allá de todas las cosas que nos hacían sentir contentas y realizadas, también estábamos necesitando unas políticas que sean más horizontales«, recordó Emma Bê, host de Casa Brandon, y reconoció que en el cooperativismo encontraron una salida.

«Uno de los momentos que nos marcó fue la creación de la cooperativa. Me cambió mucho la calidad de vida, soy más feliz»

Lisa Kerner, presidente de casa brandon

El arte como herramienta de transformación

Pero la «Casita Brandon» no se queda sólo en lo cultural: adquiere un tinte distinto que depende de la mirada y los sentimientos de cada persona que pasa por sus puertas. «Ha sido y es una escuela. No un lugar donde enseñar, sino en el que aprendemos cosas», definió Emma Bê. Un lugar de aprendizaje constante, donde la discusión y las preguntas acerca de cómo luchar contra las desigualdades tienen el papel principal; sobre todo, para quienes trabajan ahí. «Lo más importante es mantener el espíritu crítico y poder hacernos las preguntas  suficientes como para poder tomar decisiones al otro día. Al fin y al cabo, somos una familia y tan diversa como para poder hacernos esas preguntas«.

Mediante múltiples proyectos que van desde una editorial hasta registros audiovisuales, Brandon utiliza el arte como una “potente herramienta de transformación social”, como define su presidente Lisa. Además, cuenta con la comunidad del Club Brandon, que sirve también para sostener el espacio mediante pequeños aportes mensuales de sus miembros, a cambio de distintos descuentos con proyectos autogestivos aliados.

Brandon es sede principal y lugar de nacimiento del Festival de Arte Queer (FAQ) que se realiza hace cinco años y ocupa varios días del mes de diciembre, con sedes alrededor de toda la ciudad, como el Parque de la Estación, PROA 21 o el Auditorio de Parque Centenario. Además, están articulando internacionalmente con otros festivales, uno en San Pablo y otro en Irlanda del Norte.

«El activismo tiene la acción directa y otra cara que, para producir un cambio profundo a nivel social, tenés que hacerle llegar una idea a la gente a través pequeñas acciones ‘sutiles’ repetidas», explicó Harumi acerca de lo artístico de Brandon, que ocupa gran parte de la agenda. Sin embargo, el activismo directo también es uno de los agregados que transforma al espacio en un lugar donde la gente de la comunidad LGBTIQ+ se pueda sentir contenida y cómoda.

El Frente Nacional de Lucha contra el VIH se formó en Casa Brandon, que también fue lugar donde se discutían acciones para la sanción de la Ley del matrimonio igualitario o la de identidad de género. También se articuló con espacios como el Mocha Celis para hacer una formación de Educación Sexual Integral a través de la «Escuela Brandon Mocha«, o recolecciones de fondos cuando alguna situación externa lo exige, como recuerda Emma Harumi, la realización de una colecta para que compañeras de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) se pudieran jubilar.