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Alfajores Porteñito: “Las manos son nuestras máquinas de producción”

La historia de un emprendimiento familiar que busca instalarse como la alternativa a la hora de elegir alfajores.

12 Nov, CABA (Ansol).- Marcos Secchi está cansado, los ojos se le cierran. Es el año 2003 y tiene doce años. La situación económica de la post crisis aún pesa en el kiosco de su familia de Villa del Parque, Ciudad de Buenos Aires.

Por eso, en la mesa de su casa, junto a su hermano menor y sus padres, no para de hundir la cuchara en un pote de dulce de leche para luego untarlo en alfajores de maicena. “Hay que pagar las cuentas”, le dice su padre, mientras él quiere irse a jugar con sus amigos.

Un par más y estamos”, le promete la madre y él, rendido, continua, con las manos pegajosas, la mirada fija en esos alfajores que, sin saberlo, serán su más anhelado proyecto.

“La pasamos mal esos años. Teníamos un kiosco en casa y comenzamos a fabricar alfajores para salir a vender porque no llegábamos. Luego, la cosa mejoró porque fuimos consiguiendo otros trabajos paralelos”, cuenta hoy a Ansol Marcos Secchi, de 26 años.

Durante muchos años, la familia se ocupó de otros asuntos y no volvieron a fabricar alfajores hasta que un día del 2015, Marco llegó a su casa y encontró dos potes de 20kg de dulce de leche. Fue cuando recuerdos ásperos de tiempos pasados lo invadieron: “Al principio no quería saber nada. Hacer alfajores significaba volver a la crisis, a pasarla mal. Pero ver a mi viejo grande remándola me ponía mal, así que decidí ayudarlo y empezamos a cocinar juntos. Nuestras manos son las máquinas de producción”.

En un principio, no pudieron igualar la calidad anterior debido al aumento de los insumos, pero cuando repartieran el producto finalizado a varios conocidos, entendieron que podían comercializarlos sin problemas: “Recibimos buenas críticas de amigos y distintos kioscos. Incluso nos decían que se vendía más que otras marcas importantes”.

Los buenos augurios siguieron cuando a Marco se lo ocurrió una idea: su vinculación con el mundo del Rugby (es profesor de infantiles) lo ayudó a ofrecer sus alfajores para los chicos que necesitan financiar sus giras por el interior. “Con cinco cajas que vendieron, los chicos del Floresta Rugby Club se pagaron la gira completa”.

Pero la crisis actual no es ajena al emprendimiento. Al no poseer maquinaria industrial de producción o una marca instalada en el mercado, deben presentarse como la alternativa económica: “Preferimos no aumentar los precios, aunque los costos nos aumenten a nosotros, para que le producto circulo y se consuma. Teníamos un pequeño proyecto de una máquina chica para el armado de los alfajores, pero por ahora lo pospusimos”, concluye Secchi.

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